Una viejita sentada al frente mio, al otro lado de la plaza, observa paciente a las palomas que vienen y van, observa el libro que tiene entre sus manos, lo levanta, lo abre y lo vuelve a cerrar.
Ha salido con sombrero y con su mejor traje.
Siente el sol en su espalda y le agradece infinitamente por penetrarle asi de profundo...hasta los huesos.
Esa viejita se fue y llegó otra viejita a ocupar su lugar
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